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Avalista hipotecario

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Avalar personalmente un préstamo hipotecario es un compromiso extremadamente grande a cambio de una recompensa inexistente. Antes de que la persona, muchas veces padre y madre (incluso abuelos), se plantee aceptar e ir a firmar las escrituras de préstamo hipotecario ante notario, debería leer y entender esta del préstamo hipotecario, que le ayudará a no arriesgar más de lo que buenamente desea.

 

Recompensa

¿Qué recompensas tiene una persona que acepta avalar a alguien? Si es el primer punto, no es porque sea lo más importante, sino porque es la información que suele recibir el potencial avalista antes de nada y con la mayor intensidad.

 

¿Qué se gana avalando a un hijo o amigo?

Lo que se suele decir para convencer de las bondades de este compromiso personal tienen que ver con:

1. La necesidad de esta firma para que se conceda la hipoteca

La supuesta recompensa que en primer lugar se puede tener en cuenta es que, firmando como avalistas, se ofrece la ayuda que los más cercanos necesitan para tener un hogar, financiado mediante un préstamo hipotecario. La idea es que todo el mundo tiene derecho a independizarse y, avalando, se le da a aquellos seres queridos esta posibilidad. A fin de cuentas ¿no se ha hecho siempre así? Si se va a ver al director de banco para que explique por qué piden avalistas no se debe esperar obtener un asesoramiento independiente: al director le interesa que se firme la hipoteca, es para lo que le pagan. En estas circunstancias, ¿no tendrá incentivos para minimizar los riesgos y magnificar los beneficios?

 

2. Motivos sentimentales

Muy relacionados con el punto anterior están los argumentos del tipo:

• ¿Si has avalado a mi hermano, no me avalarás a mí ahora?
• A mis amigos sus padres los han avalado, ¿no me quieres tu igual?

Son muchas y muy variadas las conversaciones que relacionan avalar con querer. El supuesto beneficio de esta firma sería demostrar el amor que se siente por la familia o amigos.

 

3. Motivos que relativizan el riesgo que se asume

Normalmente mezclados con los argumentos que apelan al sentimiento, se suele intentar convencer en base a que el riesgo es pequeño. A fin de cuentas, ¿quién piensa que sus hijos no podrán pagar una hipoteca?
También un mal empleado de banca puede influir mucho en este aspecto, dando la razón por activa o por pasiva a los potenciales compradores, en una reunión previa en la entidad financiera.

 

avalista hipotecario

Compromiso que se asume

Una vez se saben cuáles son las supuestas ventajas de avalar, que cada uno pondera como quiere, viene la otra parte de la ecuación: las desventajas o, mejor dicho, los riesgos.

Básicamente se ha de tener claro lo siguiente: avalar de forma solidaria y renunciando a los beneficios de orden, división y excusión implica que la entidad financiera puede decidir cobrar primero del avalista que ir contra el hipotecado, además de poder exigir el total de la deuda a cualquiera de los avalistas (y después ellos tendrían que intentar recobrar la parte que no les corresponde de la deuda del resto de avalistas e hipotecados).

El avalista, por tanto, responde de una deuda que no le da ningún beneficio, ya que la propiedad del bien no es suya y, además, no avala con su nómina o ingresos solamente, sino que se podrían embargar también sus propiedades. Se responde con todo el patrimonio presente y futuro del total de una deuda contraída por otros, sin tener derecho patrimonial alguno sobre el inmueble adquirido.

Si esto ya fuera de por sí un riesgo desmesurado, se debe tener en cuenta que el aval se hereda, al no extinguirse por la muerte del avalista. Por tanto, si se fallece antes de que la hipoteca se haya pagado del todo, los herederos avalaran sin ellos quererlo.

El caso típico es que el hijo/a compre con una pareja, siendo el aval de esta operación un compromiso aún más arriesgado. Guste o no, las parejas ya no suelen durar toda una vida, ni las décadas de plazo de una hipoteca media. ¿Se está dispuesto a arriesgar todo el patrimonio, además de para que compre él/ella, por una pareja que podría romper con él/ella y seguir siendo este último propietario de la casa?

 

Unas respuestas posibles, en caso de preguntas trampas sobre avalar, podrían ser:

• ¿Si has avalado a mi hermano, no me avalarás a mí ahora?
– Lo siento, cuando avale a tu hermano no sabía que arriesgaba todo mi patrimonio, además del tuyo cuando te toque heredar.

• A mis amigos sus padres los han avalado, ¿no me quieres tu igual?
– Te quiero mejor. Si el banco no se fía de ti para darte una hipoteca, ¿crees que es inteligente que yo arriesgue mi casa que tanto me ha costado comprar?

• No te preocupes, ¿crees que no pagaré la hipoteca?
– El propio banco no está seguro de que vayas a pagar y por eso pide que avale. ¿Responde esto a tu pregunta?

 

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Otras soluciones

Antes de plantearse avalar se deberían estudiar otras alternativas para reforzar la operación hipotecaria sin comprometer todo el patrimonio presente y futuro.

La primera sería limitar el aval a una cantidad de la deuda pendiente. A partir de que esta deuda se haya amortizado, en la escritura debería constar claramente que se deja de ser avalista. Fórmulas del tipo ‘avala los primeros 50.000 euros amortizados’ o ‘avala el 20% primero de la deuda pendiente’ serían las que se deberían utilizar.

Otra fórmula es poner la vivienda como segunda garantía. A pesar de que la gente suele creer que es peor hipotecar la casa que avalar, es justo lo contrario: firmar como hipotecante no deudor limita la responsabilidad a la parte de nuestra vivienda hipotecada. Eso sí, limita su venta, ya que de hacerlo se debería pagar al banco la parte hipotecada correspondiente.

Avalar es una actividad de alto riesgo, que solo tiene sentido si se conoce exactamente a qué se compromete y si, además, tenemos los ingresos o ahorro suficientes para pagar las cuotas durante algunos años si los hipotecados principales no pueden.

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